Mateo
Imagínense a un hombre que en los tempranos ‘60 hizo tanto por el futuro de la nueva música de su país como Litto Nebbia y Luis Alberto Spinetta juntos, sólo que casi nadie se dio cuenta a tiempo.
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Foto: del libro Razones Locas |
Mateo sigue siendo el secreto mejor guardado de la música del culo del mundo, el Río de la Plata. Un secreto de músicos uruguayos más que un artista conocido por el público, Mateo redondeó en 25 años de accionar una obra con picos altísimos de calidad, sólo que desperdigada. Su caso parece similar al de Tom Zé, el brasileño que en 1999 se convirtió en el niño mimado de las vanguardias y la prensa especializada estadounidenses, tras haber sido "descubierto" en 1986, de casualidad, casi por error, por David Byrne. Si Byrne hubiese entrado en una disquería de Montevideo en lugar de una de Río, hace 14 años, probablemente sería hoy Mateo el artista de culto internacional, no Zé. Pero no fue así, una constante en la vida de Mateo, al que casi todo lo que le pudo salir mal, le salió mal.
Las imágenes del final de este auténtico genio ignorado y desconocido de la música popular del siglo XX son tan tristes como las que podría filmar un Tim Burton en tren depresivo: vagaba por el centro de Montevideo, fantasmal y en pijama, pidiendo limosna. La mayoría de los que lo reconocían se cruzaban de vereda, para no quedar pegados, o por eso que se llama vergüenza ajena. Los que no, solían recibir discursitos como éste: "Hola, ¿no me conocés? Soy Eduardo Mateo. Seguramente escuchaste más de una vez un tema mío. No te estoy pidiendo limosna. Te pido que me pagues una parte de mis derechos de autor. Es que... nunca me los pagaron". Lo peor de la situación es que por entonces ya ni siquiera sentía culpa o vergüenza por su estado: lo consideraba natural. Cierta vez, luego de haber grabado un tema suyo, "Príncipe azul", en De Ushuauaia a la Quiaca, León Gieco se presentó en Montevideo, cuando Mateo vivía prácticamente de la caridad, en junio de 1982, en plena época de Malvinas. Mateo se las arregló para acceder al argentino y saludarlo, pese a que varias veces había hablado mal de la versión, por unos cambios en la letra que lo ofendieron. En esa charla, Mateo le pidió al argentino dos entradas para el show de la noche. Gieco se las consiguió. Mateo las vendió, a mitad de precio, en la puerta del teatro -en rigor, el Cine Censa- y minutos después se metió en un boliche a tomarse y comerse lagentileza de Gieco. El santafesino lo admiraba desde mucho tiempo antes: de hecho, cuando trabajaba
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Foto: Guilherme de Alencar |
de crítico musical en la revista Pelo, a principios de la década del ‘70, había escrito un buen comentario del disco Mateo solo bien se lame. Pero a Mateo que ese comentario fuese sólo elogioso, y no muy elogioso, le había dado en el centro de las amígdalas. "Mejor me voy" y "Esa tristeza". Se trata de tres recopilaciones, editadas aquí por Acqua Record,
buena parte de lo mejor de su obra jamás llegó al disco, ni fue registrada en formato alguno. Fue tocada en vivo o en ensayos y, simplemente, se perdió. Incluso antes de su muerte. Lo que las grabaciones en cuatro canales atrapan -muchas de ellas fueron arrancadas por la fuerza al músico, o publicadas casi contra su voluntad- parecen, en general, el borrador de una obra por venir. Lo por venir, el porvenir, nunca pareció importarle mucho a ese hombre nacido en 1940, en el seno de una familia de clase media baja de los barrios del sur de Montevideo. Jaime Roos -por lejos, el músico uruguayo más reconocido en la Argentina- parece, por momentos, ser nada más -y nada menos- que el hombre que pasó en limpio los borradores garabateados por Mateo. Empezando por su voz y por la forma de impostarla.
uno de los grandes propulsores del reconocimiento que hoy existe por Mateo en Uruguay fue el músico y periodista brasileño Guilherme de Alencar Pinto, autor del exhaustivo libro de investigación Razones locas y colaborador de Roos en las ediciones que ahora se consiguen en la Argentina. El brasileño, que tuvo una relación con Mateo a la vez admirativa y tensa -el trato con él era cuanto menos complicado- cuenta que cuando empezó a vivir en Montevideo le daba impresión que se le diese tan poca pelota a su talento. Era como si Mateo fuera parte del inventario de la ciudad por la que vagaba, intentando en vano ganarse la vida con su música, y la gente se había acostumbrado a eso, a que si el hombre había desperdiciado su vida, por algo sería, y no era un problema de ellos. De una palabra inventada por Mateo, al que el idioma le quedó chico según fueron pasando los años, la "contumancia", surgió el nombre de una revista argentina de música,
"En los setenta, Mateo fumaba porro como un loco y parecía que siempre andaba en una nube. Le chupaba un huevo ser Artista. Estaba convencido de que no debía transar con nada ni nadie, y que si el precio era cagarse de hambre, se iba a cagar de hambre. Y así fue".
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Revista Pelo 1972. Foto del disco
"Mateo solo bien se lame"
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"Y hoy te vi" parece el borrador de "Un vestido y un amor", uno de los temas más afortunados y bendecidos de la historia de Fito Páez: "Y hoy te vi/ mirando rosas hoy te vi/ tú nunca dices qué hay en ti/ y hoy te vi", dice la letra de Mateo, en el estribillo. "A Mateo -cuenta Fito- me lo introdujo hace años Osvaldo Fattoruso, para el que es Dios. Vos le hablás de Mateo y él hace reverencias, de verdad. Para mí, Mateo es como una mezcla muy a la uruguaya de Zitarrosa con Tanguito, un tipo muy lastimado y muy genial. No recuerdo haber escuchado ‘Y hoy te vi’ antes de componer ‘Un vestido y un amor’, pero si en algo se le parece, me parece muy potente, bárbaro. Metafísica artística rioplatense, tal vez." Esa canción de Mateo tuvo su pequeña historia en la Argentina, hace ya mucho tiempo. Horacio Molina, que pensaba grabarla, se la enseñó a Sandra Mihanovich, a quien le daba clases de guitarra, allá por 1975. Sandra, para disgusto de Molina, la grabó para la banda de sonido del film Sola, de Raúl de la Torre, con Graciela Borges. Esto originó en 1976 una negociación con Mateo para que cediera los derechos legales del tema a cambio de un dinero importante. La leyenda que circula por Montevideo cuenta que un empresario argentino que fue a buscarlo lo encontró en una pensión de mala muerte y que Mateo lo atendió de pijama, recién levantado, con una media de mujer en la cabeza, para achatar su pelo. Después, comentó: "Típico empresario argentino, de traje, apurado, lleno de palabras bonitas". Horacio Molina, que era amigo y fan de Mateo (incluso lo tuvo hospedado en su casa varias veces), grabó en Francia cinco de sus temas y nunca sacó de su repertorio "Esa tristeza".
Mateo solía hablar pestes de los porteños, a los que asociaba con una viveza que despreciaba y con una ansiedad que chocaba con su mansedumbre.
Nebbia fue uno de los primeros argentinos en darse cuenta de que Mateo era un creador en serio. "Me volví loco cuando lo conocí: era increíble el swing y el talento de ese tipo", testimonia Nebbia, que incluso cruzó el charco para tocar en homenaje a Mateo, en un recital organizado un año después de su muerte. Nebbia, por otra parte, grabó Quien te viera, uno de los temas del uruguayo, en su disco debut como solista. Es difícil que guste a primera impresión: su obra es un conjunto de piedras en bruto, en que se adivinan las piedras preciosas que las habitan.Dos LP:
Mateo solo bien se lame, aparecido en 1972, y De cuerpo y alma, en 1984. Ya era considerado por entonces un prócer musical en Uruguay, sobre todo por El Kinto, pero no tenía disco propio. A esa altura, el medio ya tenía claro su carácter de divagante perenne, de diletante a la violeta, la inexistencia de un proyecto personal a largo plazo. Sin embargo, el técnico de grabación Carlos Piriz, uno de sus fans acérrimos y un socio, Coyo Abuchalja, casi que lo obligaron a empezar a grabar en Buenos Aires en 1971 lo que sería Mateo solo bien se lame. Tras pagarle al músico y a su novia Nancy pasajes y estadía, los flamantes dueños del sello musical De la Planta empezaron a comprobar que el intento de registrar las canciones en una semana era utópico: los tiempos de Mateo eran imposibles. Grababa un día un tema, que parecía recordar de casualidad, leyendo un cuaderno, y al día siguiente lo borraba. Invitaba músicos argentinos o radicados en la Argentina -entre otros, Horacio Molina, Pocho Lapouble, Jorge López Ruiz, Galo García, Oscar Cardozo Ocampo- y no los hacía tocar, los tenía de claque. Algunos tal vez estaban cuidando los instrumentos que podían haberle prestado, atentos a los datos que decían que Mateo hacía con toda naturalidad aquello que la leyenda cuenta que hizo Pappo con la guitarra que Spinetta le había prestado, más o menos por la misma época de estados alterados. Otros días, corriendo con las horas pagas de estudio, llegaba hasta ION sólo para decir que no estaba inspirado, y que volvía al día siguiente, o directamente no aparecía. Uno de los problemas de Mateo en Buenos Aires era claro: fuera del circuito montevideano, que conocía al dedillo, no conseguía marihuana ni anfetaminas. Debía arreglárselas con pastillas para adelgazar. Estuvieron dos meses en ese ir y venir, en esa apuesta de dos convencidos de su grandeza a registrarle un disco como arrancándoselo. Hasta que un día Mateo hizo la típica "voy a la esquina a comprar fasos" y se volvió a Montevideo, cerca de Navidad. El disco terminó siendo, lógico, el borrador de lo que podría haber sido: Piriz estuvo un año pegando partes de temas, cortando otras, armando conceptualmente los trozos dispersos, bordando un rompecabezas a partir de las pistas dejadas por el autor. "En esa época -cuenta Molina-, Mateo fumaba porro como un loco, y parecía que siempre andaba en una nube. Estábamos en casa y de repente me decía: Vení, loco, acompañáme que tengo una actuación. Y entonces partíamos y llegábamos a un boliche, por ejemplo, de Almagro, y el tipo tocaba unas cosas dificilísimas para tres borrachos uruguayos que lo conocían y dos argentinos que lo miraban como sapo de otro pozo, y él estaba chocho. No tenía esa cosa de Soy Artista. Le chupaba un huevo ser Artista. Estaba convencido de que no debía transar con nada ni nadie, y que si el precio era cagarse de hambre, se iba a cagar de hambre. Y así fue."
Carlos Polimeni para Página 12
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